El efecto Afecto animal

Hay una gran diferencia entre tener contacto con los animales y tener relación con ellos.
El contacto con los animales supone, desde mi punto de vista, estar ahí,  sin mayor propósito que hacer uso de ellos; guiados, única y exclusivamente, por nuestro interés unidireccional. Sin embargo, al establecer una relación elevamos el mero hecho de estar al lado a un grado muy superior de interacción. Establecemos un vínculo con el animal y ponemos en marcha sentimientos de responsabilidad y compromiso hacia él.
A pesar de que cuando iniciamos una relación hombre-animal, no se produce esa fase inicial (propia de las relaciones hombre-hombre) de intentar un conocimiento mutuo (el animal no busca conocer al hombre sino que se adapta y se subordina a él), sí existe una dimensión donde se produce reciprocidad entre ambos: la dimensión afectiva.
Es ese afecto por el animal, y del animal, el que nos produce efectos positivos. No será posible, pues, efecto alguno en nosotros si, previamente, no existe dicho afecto.
Hoy muchos de nosotros tenemos un animal en casa y lo tratamos como a uno más de la familia. Hemos invertido profundos afectos en nuestra relación con él de tal manera que le otorgamos un gran valor sentimental.
Además, hemos de reconocerles los valores intrínsecos que poseen, gracias a los cuales las personas mejoramos nuestra calidad de vida y enriquecemos todo nuestro ámbito afectivo. La mayoría de nosotros tenemos una mascota por el placer que su compañía nos ofrece, buscamos su apoyo cuando estamos deprimidos, nos reímos más desde que la tenemos.
Hemos dado un paso más aprovechando esos valores para ayudar a muchas personas con problemas físicos, psíquicos o, incluso, sociales, a superar las dificultades que presentan.
En este marco de relaciones hombre-animal y ante este panorama afectivo, inimaginable hace unas décadas, se han desarrollado terapias alternativas a las tradicionales donde se potencia la comunicación afectiva entre las personas y los animales.
Estas terapias y actividades asistidas con animales, se caracterizan porque no son un tipo de psicoterapia en consulta en la que se utiliza la palabra hablada para solucionar los problemas o posibles carencias. No es un diálogo entre terapeuta y paciente, sino que se basa en el lenguaje no verbal, el lenguaje del cuerpo, en el cual las emociones están implicadas; sobretodo, las emociones que llamamos curativas de otras emociones.
Con niños, estos resultados son aparentemente mayores y más notorios, debido a que predomina en ellos el componente afectivo, en contraste con la racionalización y el control de los impulsos más representativos de los adultos. Sin embargo, niños, jóvenes, adultos y ancianos, tanto sanos como enfermos, son capaces de experimentar estas sensaciones y beneficiarse de ellas.

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